domingo, 7 de abril de 2019

Georges Lemaître el padre de la teoría del Big Bang




El astrofísico y sacerdote belga Georges Lemaitre (1894-1966) es el padre de la teoría del Big Bang. En 1927 publicó un informe que resolvió las ecuaciones de Einstein sobre el universo entero y sugirió que el universo se está expandiendo. En 1931, propuso la idea de que el universo se originó en la explosión de un “átomo primigenio” o “huevo cósmico”. Dicha explosión ahora se llama el Big Bang o Gran Explosión.
En 1933, tanto Lemaitre como Einstein viajaron Pasadena, California para participar en una serie de seminarios. Durante la disertación de Lemaitre, Einstein interrumpía a menudo con aplausos. Después de que Lemaitre terminara de describir su teoría del Big Bang, Einstein comentó mientras seguía aplaudiendo:
esta es la más bella y satisfactoria explicación sobre la creación que jamás he escuchado“.
Lemaitre sabía cuán grande era el prejuicio que mucha gente tenía sobre la credibilidad de un religioso en asuntos científicos. Por eso siempre se esforzó en desarrollar su trabajo con la mayor seriedad y el mayor rigor científico. Esa fue la razón por la que en un discurso pronunciado el 10 de septiembre de 1936 en un Congreso celebrado en Malinas, Bélgica, sobre la relación de la ciencia y la religión dijo:
“El científico cristiano debe dominar y aplicar con sagacidad la técnica especial adecuada a su problema. Tiene los mismos medios que su colega no creyente. También tiene la misma libertad de espíritu, al menos si la idea que se hace de las verdades religiosas está a la altura de su formación científica. Sabe que todo ha sido hecho por Dios, pero sabe también que Dios no sustituye a sus creaturas. La actividad divina omnipresente se encuentra por doquier esencialmente oculta. Nunca se podrá reducir el Ser supremo a una hipótesis científica.
“La revelación divina no nos ha enseñado lo que éramos capaces de descubrir por nosotros mismos, al menos cuando esas verdades naturales no son indispensables para comprender la verdad sobrenatural. Por tanto, el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe. Incluso quizá tiene una cierta ventaja sobre su colega no creyente; en efecto, ambos se esfuerzan por descifrar la múltiple complejidad de la naturaleza en la que se encuentran sobrepuestas y confundidas las diversas etapas de la larga evolución del mundo, pero el creyente tiene la ventaja de saber que el enigma tiene solución, que la escritura subyacente es al fin y al cabo la obra de un Ser inteligente, y que por tanto el problema que plantea la naturaleza puede ser resuelto y su dificultad está sin duda proporcionada a la capacidad presente y futura de la humanidad. Probablemente esto no le proporcionará nuevos recursos para su investigación, pero contribuirá a fomentar en él ese sano optimismo sin el cual no se puede mantener durante largo tiempo un esfuerzo sostenido. En cierto sentido, el científico prescinde de su fe en su trabajo, no porque esa fe pudiera entorpecer su investigación, sino porque no se relaciona directamente con su actividad científica”.
Lemaître estaba convencido de que ciencia y religión son dos caminos diferentes y complementarios que convergen en la verdad. Al cabo de los años, declaraba en una entrevista concedida al periódico estadounidense The New York Times:
“Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión”.


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